28/8/12

sana tus heridas


Cuenta el escritor Joseph M. Stowell: Cuando yo era un muchacho, mi padre observaba mi manera de derrochar el dinero y a menudo decía que el dinero hacía un agujero en mi bolsillo. Supongo que no es diferente a la manera en que aquellas 30 piezas de plata hicieron un agujero en el corazón de Judas después de traicionar a Jesús por algo de dinero en efectivo. Imagina cómo debió haberse sentido al ver a su amigo Jesús con las manos atadas y siendo llevado a juicio. Judas había visto esas mismas manos calmar la tempestad en el mar y tocar a los ciegos y tullidos, a toda clase de enfermo y lunático. ¡Cuán a menudo esas manos amorosas habían tocado su propia vida!

Para Judas, la plata ya no era una recompensa sino más bien un recordatorio de lo que le había hecho a Jesús.  A cada paso, las insignificantes monedas entonaban un canto fúnebre de condenación, hasta que finalmente admitió desesperado: “Yo he pecado entregando sangre inocente” (Mateo 27:4).

Cuando hacemos elecciones que traicionan a Jesús, nuestras vidas al final se llenan de pesar (dolor). Incluso los seguidores bien intencionados se dan cuenta de que, frecuentemente, su deseo por amarle y servirle se encuentra en una ruta de colisión (choque, oposición) con el atractivo del dinero, el contenplamiento de otras debilidades emocionales y tentaciones. Sin embargo, todo aquello que hemos conseguido sacrificándole a Él, finalmente se convierte en un símbolo ruidoso de sufrimiento y dolor.

“LAS HERIDAS QUE CONTENPLAMOS EN NUESTRA ALMA A MENUDO SE CONVIERTEN EN ENFERMEDADES ESPIRITUALES QUE PRODUCEN TRAICIÓN A JESÚS”. -José Luis Núñez Sánchez